El álbum Fisuras invisibles está compuesto por nueve canciones, algunas con un registro new wave/postpunk, por su carácter más colorido y el predominio de sintetizadores y guitarras un tanto funk, como “Sombras intoxicadas”, “Agujero de la memoria”, “Bala de madera” o “Mira dónde vas”, mientras que en “Conejos malheridos”, “Dejar de respirar” o “Cerdos que comen metal” se aprecia una base rítmica de guitarra, bajo y batería, apuntalada por pianos o sintetizadores de acompañamiento, y “Cielo inmenso” o “El minotauro en su columpio” exhiben un registro de art rock/pop, por su carácter más melódico/melancólico, con una fuerte presencia del piano.
El concepto del álbum y las letras de las canciones, sin que cuenten con un eje temático o discursivo, abordan temas como la incapacidad para ajustarse a la narrativa dominante del mundo contemporáneo, con sus imperativos de fama y éxito, dejando a los individuos a merced de fuerzas y organizaciones que los rebasan y desechan con suma facilidad. Están también presentes el amor y el desamor, el erotismo (de conejos, vampiros y minotauros, por ejemplo) y la intoxicación con ideologías que se van insertando en los cuerpos, creando esas fisuras invisibles, imperceptibles a la vista, pero presentes para quienes las experimentan en cada poro de su ser.
Imagen de portada: Paola Dávila